16 octubre, 2006

Al Padre y al Hijo

A continuación, un pequeño cuento que trata de la vida y el aprendizaje en ella.

Al Padre y al Hijo

Largaba el gran clásico en el hipódromo, Roberto estaba como siempre, expectante, nervioso, sus manos sudorosas, no podía mantenerse sentado debido a su estado de euforia. A centímetros de él estaba Carlos, un hombre mayor al cual había conocido hace unos meses y que extrañamente se habían agradado de tal forma que se transformarían en amigos y confidentes inseparables, casi como padre e hijo.

Roberto era un joven de 24 años que había transformado el juego de carreras de caballos en su vida, solo conocía el mundo del juego y las apuestas, tentaba a diario a la suerte y como en todo evento de este tipo, había días buenos y días muy malos. Hoy era el día en que se jugaba el todo por el todo, había vendido todas sus pertenencias y estaba tan seguro de ganar que apostó su vida en esa carrera, los datos, las estadísticas, la experiencia, las cábalas y cualquier mínimo detalle servía para echar a andar esa gran maquinaria que hacía que muchos hombres y mujeres depositaran sus sueños y gran parte de sus bienes en una carrera de caballos.

Carlos solo asistía como espectador, a él no le gustaban los juegos de apuestas, solo admiraba el deporte hípico como un simple evento social, así es que desde su aparición en la vida de Roberto siempre intentó frenar los numerosos arrebatos de codicia del muchacho y en este sentido se pudo transformar en el cable a tierra que Roberto necesitaba. Para Carlos también este era un día especial, tenía varias noticias que le habían alegrado la semana y una seguidilla de bendiciones venían y estaban próximas a suceder en su vida para coronarlo de felicidad.

Entre el bullicio del público terminaba la carrera mas esperada, todo eran gritos y lágrimas, felicidad y absoluta tristeza, rostros perdidos y miradas de emoción… había un ambiente de gloria y derrota por todos lados; Roberto, sentado con las manos en su cabeza, la mirada perdida en el suelo, refunfuñando garabatos ¡¡había perdido todo!! Los pocos logros económicos que había ganado el joven de las apuestas se habían esfumado como un puñado de agua entre las manos, estaba en completa ruina, sin rumbo y con un futuro incierto… con los ojos llorosos miraba sin mirar, luego sintió una mano que lo tomaba fuertemente sobre su hombro y que le decía…. ¿No crees que es tiempo de cambiar tu vida?

Pasaron unos cuantos meses antes de que Roberto se decidiera a cambiar radicalmente su vida, anduvo perdido y ahogando su desdicha en alcohol, en la calle, como un perro durmiendo donde fuera, completamente transformado en un pordiosero, pidiendo limosna para poder comer y sumido en la más terrible de las depresiones. Un día se encontró con su amigo, hacía tiempo que no lo había visto y este al verlo en ese estado le ofreció la salida… “ven a vivir conmigo para que puedas rehacer tu vida chiquillo, le dijo Carlos a su andrajoso amigo”… Roberto lo único que hizo fue mirar a su gran amigo y con los ojos brillantes visualizó la salida que necesitaba… luego de un tiempo de vivir en la casa de su salvador, Carlos encontró un buen trabajo y comenzó a estudiar…. con su mente puesta en una meta bastante definida su vida comenzó poco a poco a tener sentido, por fin se daba cuenta de su enfermedad por el juego, un día, en una sala de clases muy antigua de su lugar de estudio reparó en una pequeña placa de bronce oxidado una frase que caló en lo mas profundo de su alma... unas sencillas palabras que describían perfectamente su propia vida, en el metal decía: “No se puede conocer los misterios del encendedor sin antes pasar por las revelaciones del fósforo”. En ese momento su vida jamás había tenido tanta felicidad, se dio cuenta de que cuando el dinero viene fácil, también fácilmente se va y por sobre todo pensó en que si no hubiera estado en el fondo de ese pozo oscuro alguna vez… jamás habría podido mirar la vida de la forma en que hoy la miraba.

Lo increíble de esta historia fue que Roberto y Carlos eran padre he hijo en realidad, que Carlos fue en juventud exactamente igual que su hijo, lo perdió todo (incluso a Roberto)… pero la vida los dejó juntos ignorando que por sus venas corría la misma sangre.

By Choby

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bonito relato, podrías inventar más.

Besotes!!

Anónimo dijo...

Holiii!!
te miento?
lo leí!
jajaja

sorry no tengo muxo tiempito, pero apenas lo tenga, me lanzo a la lectura. I promess.

Sólo pasaba por aquí para contarte que tb tengo blog; por supuesto, si quieres puedes agregarme a tus infinitos links: http://elfruto.blogspot.com
yo ya te agregué... cuando quieras pasas a visitarme, ya?

Muxos (K)

conversemos un día, weno?
pa ponernos al día de los acontecimientos, ex tío!

jajaja

~auf wiedersehen~